Entre las paredes blancas de una clínica donde el tiempo parece repetirse, una mujer intenta reconstruir su mente a través del registro de sus propias voces. Cada palabra es una muestra, cada recuerdo un síntoma, cada silencio una prueba más de que la conciencia también puede fracturarse.
Inventario de voces es una exploración de la identidad disociada, de la memoria que se fragmenta en ecos y del miedo que no grita, sino que respira en lo hondo. En esta novela, el lenguaje se convierte en un bisturí que corta con precisión y ternura; la narración disecciona la mente como si fuera un cuerpo en búsqueda de sentido.
J. Lenne construye una atmósfera contenida, fría y luminosa, donde la belleza convive con la locura, y lo racional se mezcla con lo onírico. Cada capítulo se siente como una sesión de observación: una mirada suspendida sobre la grieta invisible que separa el pensamiento de la emoción.
No hay redención ni desenlace, solo una verdad sostenida: somos el eco de nuestras propias voces, intentando, una y otra vez, inventariar lo que fuimos antes de rompernos.
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