Es muy difícil, por no decir imposible, que la ficción no se parezca en nada a la realidad. Sin esta, aquella no sería posible. La realidad es la vida misma que cada quien va llevando y en la que se acumulan experiencias, alegrías, tristezas, sorpresas, disgustos, preferencias, que van formando la memoria de cada quien, sin que la memoria sea una sola, por la enorme capacidad del ser humano de tener muchas clases de memoria. Las que se aferran a las emociones son las más fuertes, porque de ellas se nutre lo que se termina viviendo.
No es ajeno este volumen de cuentos, 12 en total, del autor, que está en sus manos, a alguna (s) vivencia que se diera en cualquier hora de alguien. Muchas de ellas apenas si tuvieron la expresión de contar la vida, una mención nominal o de facto, sobre las que se construyen las ideas que terminan siendo ficción.
La ficción sin la realidad previa que sea capaz de darle elementos constructivos, no es dable. Muchos de esos recuerdos no son los del autor, pueden ser los de otros, que le han contado en largos diálogos o breves contactos verbales, por lo que los personajes, no tan plenamente identificables, de esos cuentos, siempre van a estar enmarcados en lo que es humano, demasiado humano.
Lo que ocurre en cada cuento puede ser contado por todos los seres humanos. Es la vida diaria. Basta con detenerse y darle unos elementos adicionales narrativos, para lograr una estructura que permita leer con agrado tantas cosas que allí suceden, muchas de las cuales quedan -es la sensación- sin un final concreto. Es como si quien escribe deseara que el lector vaya más allá e intente crear un final a su manera, a su sentir, a su entender. Puede ser un buen ejercicio de ir mucho más allá de los renglones y los párrafos.
Por estas líneas van a desfilar personajes y personas del común, de esos que deben levantarse muy temprano todos los días a hacer muchas cosas para poder obtener lo necesario, para una sobrevivencia, hasta cuando las fuerzas y la vida los abandonen, lo que puede ocurrir en el momento más inesperado, como que todos, o mejor casi todos, para no caer en exageración, dejan el mundo del contacto con los demás y legan sus recuerdos, si es que fue posible construir alguno con alguien, sorpresivamente. Los recuerdos no se forman en soledad, siempre demandarán de compañía, no necesariamente grata.
Estos 12 cuentos son la vida ordinaria de cualquiera de los lectores de la obra. No es extraño que usted, se vea caracterizado en alguno de esos relatos cortos, con la necesaria resistencia suya a no identificarse plenamente.
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